martes, 3 de julio de 2012

No se puede respirar, todo está lleno de victoria

Elías Canetti nos previno en 1945 al escribir aquello de “no se puede respirar, todo está lleno de victoria”. Y yo concedo que me axfisia un mucho está hemorragia del arco iris en el color de más baja frecuencia.

Todas las imágenes de este Triunfo de "La Roja" se superponen involuntariamente en mi cabeza con otras que me impresionaron en el cine de mi infancia: Ben Hur y las impactantes carreras de cuadrigas entre la marea humana de aficionados entregados, feroces gladiadores enfrentados (incluyendo entre sus filas algún fiero luchador de exótico penacho venido de más allá de la Mauritania Tingitana), los jóvenes generales victoriosos coronados de laureles a los que no les vendría mal un esclavo a su espalda que les susurrara: "Recuerda que no eres un dios"...

El paseo triunfal de la selección no deja de ser un déjà vu: En el Imperio Romano el "Triunfo" era la apoteosis del vencedor. Lo concedía el Senado al general que lograba una victoria para el Imperio en la que perecieran más de 5.000 enemigos. Su celebración en Roma, era una ceremonia religiosa de carácter festivo cuya apoteosis se alcanzaba con el magnífico desfile a través de una Roma repleta de ciudadanos que vitoreaban a los héroes bajo miles de guirnaldas y adornos... Un carro de oro tirado por cuatro caballos blancos y conducido por un esclavo en el que iba el general victorioso vestido con túnica y toga púrpuras ribeteadas en oro, con las manos y el rostro pintados de rojo, sosteniendo en una mano un cetro de oro y en la otra una rama de olivo... ¿No veis las similitudes? Sólo hay que mudar un poco símbolos y vehículos, pero la celebración es idéntica.

No puedo tampoco dejar de pensar en las conspiraciones que, en la discreción de la grada, establecían los gobernantes para con sus súbditos. Cada éxito de los gladiadores en el Coliseo era celebrado por la plebe con gritos de júbilo y por los césares con sonrisas de alivio: un nuevo impuesto que se impondrá sin protestas: pan y circo para embriagar al populacho y distraerle de las pesadas cargas de Roma. Me pregunto cuánto de celebración del Sr. Rajoy era por el gol y cuánto por el oportuno narcótico para facilitar el próximo mordisco a la saca del ciudadano: subida del IVA, más rebajas de sueldo a los funcionarios, más recortes...

Del título conseguido me quedo con media palabra: Cam-peones. Sí, obreros, trabajadores, peones en el tablero... El triunfo del trabajo, de la suma de todos. El gran descubrimiento de que para tener éxito hay que trabajar durante años, a contracorriente, a largo plazo... entrenando con método e intensidad actitudes tan poco valoradas en otros tiempos como "visión periférica", "trabajo en equipo", "técnica", "generosidad", "humildad", "juego límpio"...

De la celebración elijo la imagen que más me sorprendió, la más natural de todas: la presencia en el centro del campo, entre papelitos, de los "niños" de la selección; del niño Torres y de los niños, niños. Hubo algo de entrañable que no había visto nunca otras veces. Me recordó esa forma de mimar, de integrar a los niños en la vida social que en España practicamos con espontaneidad: niños correteando por los bares, niños acompañando a grupos de padres por las terrazas, niños consentidos, adorados, los reyes de la fiesta familiar... y también ese niño grande, Piké, llamando a su madre: ¿Y mamá?, ¿Dónde está mamá?

domingo, 1 de julio de 2012

Speculum

La lengua latina nos dejó en herencia un gran número de palabras con un pequeño tesoro semático que deberíamos desenterrar. Speculum conserva en su interior la raíz indoeuropea SPK que se relaciona con "la visión de algo". Especular,  considerado como verbo, significa: (1)  Meditar, reflexionar, pensar, (2) Hacer suposiciones sin fundamento, (3) Comprar bienes que se cree van a subir de precio para venderlos y obtener una ganancia sin trabajo ni esfuerzo, (4) Buscar provecho o ganancia fuera del tráfico mercantil;   y  tiene en español una larga lista de sinónimos que nos da una idea de por donde van los tiros en la crisis económica que padecemos: una crisis netamente especulativa. Sinónimos de especular: traficar, negociar, encarecer, lucrarse, ganar, comprar, vender, pensar, reflexionar, teorizar, deducir, suponer, conjeturar...
Como  antítesis de esto, tan abstracto, no puedo dejar de pensar en el "lapis specularis" o espejuelo, piedra de yeso selenitica translúcida, muy valorado en la antigua Roma para cubrir las ventanas y abrillantar el suelo del Coliseo si llegaba el caso.  En su minería y explotación se sustentó la importancia de Segóbriga en la dominación romana y, cuando se logró fabricar vídrio industrialmente a partir de la fina arena, su decadencia. Como una lección de la historia aún se adivinan en los restos arqueológicos de la ciudad la importancia de ese comercio especular y la decadencia y ruina de los alrededores al acabarse esa "visión tan valorada" de la antigua riqueza.
Mis suegros son de un pueblo incluído en los "100.000 pasos alrededor de Segóbriga" que Plinio menciona en su Naturalis Historia como reino del espejuelo. Palomares del Campo aún conseva, doy fe, importantes vestigios de una minería que fue importante mientras la demanda de lapis era grande en el imperio. He visitado escombreras, bocas de pozos, alguna entrada colmatada de sedimentos... todo ello en el más absoluto de los abandonos.
Viene a cuento esta analogía porque ambas se relacionan, en el pequeño mundo familiar, con la especulación pura y dura;  con la visión distorsionada del valor de las cosas, con la deformaición de la mirada para crear una convexidad en el cristalino y engordar las vacas flacas que nos venden.
Fue en 2008, creo recordar, cuando mis suegros vendieron el pequeño piso de la calle de La Soledad. Aquel piso fue su primera posesión comprada con el esfuerzo de muchos años de penalidades. Fue, además, el hogar sucesivo de sus tres hijas que lo ocuparon cuando los padres se trasladaron después a uno más moderno construído años atrás por la boyante constructora Sanchez Primos que se hizo de oro en la época del ladrillo en Arganda. En aquel piso estaba el territorio de la niñez de mi mujer. Sus pequeñas habitaciones, su minúsculo salón donde hacían una intensa vida social con familiares y vecinos, su diminuta terraza en al que llegaban a dormir en verano, su axfisiante habitación de matrimonio donde he pasado las noches más sofocantes de mi vida... Era un tercero y estaba situado directamente bajo el tejado son unas paredes de ladrillo en fila sencilla que no protegían apensas del frío ni del calor... Aquel piso fue remozado muchas veces (por mi suegra , albañil de fortuna alicatando la soleada galería; por el padre de mi cuñado que instaló la calefacción con sus contundentes radiadores de hierro, por mi cuñada Ana que se apresuró a instalar el aire acondicionado y a renovar cortinas y sofás...) . Llegado el momento en que cada mochuelo se instaló en su olivo, mis suegros decidieron venderlo. Encargaron la gestión a una empresa inmobiliaria y se dispusieron a esperar las ofertas.   Y llegaron rápidamente. Basta echar un vistazo a la gráfica de la evolución del precio de la vivienda en los últimos años para comprender que acertaron plenamente, sin proponérselo, con el momento elegido. Pronto les llegó una oferta de compra de una mujer latinoamericana que, con trabajo aquí y varios de su familia asentados en el país, buscaba una vivienda animada por la necesidad y el deseo de una inversión segura. Recuerdo el día que, ya firmado el contrato, nos acercamos a explicarles en funcionamiento de la calefacción: Despreocupadamente estaban instalando el equipo de música y parecían prestar poca atención a las instruccionesque les dábamos. A mí me admiraba que hubieran pagado  más de 30 millones de las antiguas pesetas por ese  pequeño e incómodo piso que, lo sabía por experiencia, acumulaba remiendos en las seis superficies (incluyo a las cuatro clásicas techo y suelo). No pude más que felicitar a mis suegros por lo que parecía un gran negocio (quedaba  una pequeña sospecha en la conciencia de si no era también una pequeña estafa...).
Pasaron los años, cuatro apenas. Desde hace algún tiempo luce un letrero colgado en la galería: "SE VENDE" y se adjunta un número de teléfono. Me siento tentado de llamar y preguntar el precio. Finalmente consulto en internet. Fotocasa vende un piso similar por 125.000 euros: 23 millones, a lo sumo, de las antiguas pesetas.
¿Cómo será la vida de la propietaria escaldada por esta compra a destiempo? Sé que tuvieron que pedir un crédito y que  casi, a última hora, se echan atrás por una comisión insadvertida. ¿Cómo afrontan el pago de los intereses del crédito que suscribieron? Ni la dación en pago cubriría la deuda contraída.
Atrapados en el espejo que les hizo ver una realidad ilusoria, compruban que lo único real, incontestable son las letras firmadas. Compraron una burbuja al precio de una perla.  El lapis de Segóbriga ya no satisface a los patricios de Roma.